QUIEN ENSAYA LO ABSURDO CONSIGUE LO IMPOSIBLE (Unamuno)

viernes, 30 de septiembre de 2011

"Libre" de Nino Bravo


La canción habla del primer alemán que murió intentando atravesar el muro de Berlín.

Peter Fechter, un obrero de la construcción de 18 años, intentó huir junto con un amigo y compañero de trabajo, Helmut Kulbeik. Tenían pensado esconderse en el taller de un carpintero, cerca del muro, y, tras observar a los guardias de la “frontera” alejándose, saltar por una ventana hacia el llamado “corredor de la muerte”, atravesarlo corriendo y saltar por el muro cerca del Checkpoint Charlie, a Berlín Oeste.

Hasta llegar al muro las cosas salieron bien, pero cuando se encontraban arriba, a punto ya de pasar al otro lado, los soldados les dieron el alto, y a continuación dispararon. Helmut tuvo suerte, Peter resultó alcanzado por varios disparos en la pelvis, cayó hacia atrás, y quedó tendido en el suelo en la “tierra de nadie”, durante cincuenta angustiosos minutos, moribundo, desangrándose, a la vista de todos, y sin que nadie hiciera nada.
Gritó pidiendo auxilio, pero los soldados soviéticos que le habían disparado no se acercaron, y lo único que pudieron hacer los soldados americanos fue tirarle un botiquín, que no le sirvió de ayuda, ya que sus graves heridas internas le impedían moverse, y poco a poco fue perdiendo la consciencia. Durante casi una hora, los ciudadanos de ambos lados de Berlín contemplaron impotentes su agonía, gritando a los soldados de ambos lados para que le ayudasen.
Pero ambos bandos tenían miedo de que los del otro lado les disparasen, como había pasado en otras ocasiones anteriores; aunque ninguna en una circunstancia tan perentoria como esta y a las dos del mediodía, con tantos testigos presentes, incluyendo periodistas en el lado occidental.
Los soldados del lado oriental, zona a la que pertenecía en realidad la “tierra de nadie”, tampoco le ayudaron, y no se acercaron hasta pasados 50 minutos, seguramente para que sirviera de ejemplo para cualquier otro que pensase huir.
(Aún así, entre 1961 y 1989 murieron más de 260 personas, sólo intentando cruzar el Muro; además de los que murieron al querer cruzar la frontera entre las dos Alemanias, y ya no hablemos de los que estuvieron en la cárcel por intentarlo, o por ayudar a otros).

Cuando por fin se acercaron los soldados de la RDA y se lo llevaron, los ciudadanos de ambos lados gritaron repetidamente “¡asesinos, asesinos!”. En el lado occidental, se sucedieron las protestas y las manifestaciones los días siguientes, y los habitantes del Berlín Oeste comprendieron claramente lo difícil que sería para sus familiares y amigos del Berlín Este el intentar escapar. Asimismo, también se dieron cuenta, decepcionados, de que los soldados americanos, en pleno auge de la Guerra Fría,
no harían nada para ayudarles en circunstancias similares. Fue un duro golpe para la esperanza de los berlineses.
TIENE CASI VEINTE AÑOS y ya está
cansado de soñar;
pero TRAS LA FRONTERA está su hogar,
su mundo y SU CIUDAD.
Piensa que la ALAMBRADA sólo
es un trozo de metal
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.
Libre,
como el sol cuando amanece yo soy libre,
como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su PRISIÓN
y puede al fin volar.
Libre,
como el viento que recoge MI LAMENTO Y MI PESAR,
camino sin cesar,
detrás de la verdad,
y SABRÉ LO QUE ES AL FIN LA LIBERTAD.
Con su amor por bandera se marchó
cantando una canción;
marchaba tan feliz que NO ESCUCHÓ
LA VOZ QUE LE LLAMÓ.
Y TENDIDO EN EL SUELO SE QUEDÓ,
SONRIENDO Y SIN HABLAR;
SOBRE SU PECHO, FLORES CARMESÍ
BROTABAN SIN CESAR
.
La canción, escrita diez años después de los hechos, recoge una historia y unas fotos que dieron la vuelta al mundo, y que todavía hoy son símbolo de la crueldad humana. En el lugar donde murió Peter Fechter, se levantó en 1990 un monumento. Ya en 1997, dos antiguos soldados de la RDA fueron juzgados, y admitieron haber disparado contra Peter Fechter. Se les declaró culpables, y fueron condenados a un año de cárcel. En el juicio el forense declaró que toda ayuda hubiera sido inútil, ya que la gravedad de las heridas le hubiera causado la muerte en cualquier caso. Pero es algo que nunca sabremos, ¿verdad?

La canción es símbolo de todo el pueblo alemán que soñó con huir, ya que si Peter fue la primera víctima del muro, el último, Chris Gueffroy, en 1989, tenía, precisamente, veinte años…

viernes, 23 de septiembre de 2011

Dejad caer a las bolsas, dejad quebrar a los bancos: subid salarios y bajad impuestos laborales

Salvo en una economía financista -justo la que sufrimos-, una recesión económica no consiste en que las bolsas caigan sino en que la economía no crezca y no cree puestos de trabajo. A ver, repitamos todos: quien invierte o especula en bolsa es porque ya ha cubierto todas sus necesidades primarias y le sobra algo, o mucho, para vivir de las rentas.
Por tanto, como el problema no es la bajada de las bolsas ni la solvencia de los bancos, la solución a la crisis no pasa por capitalizar los puñeteros bancos, ni por inyectar más dinero en los mercados, hoy dedicados al noble deporte de asfixiar a la economía productiva. Caen los mercados porque no pueden seguir exprimiendo a una economía languideciente. A quien tiene hambre no se le receta deporte y vida sana, se le da de comer.
La solución erradica en hacer crecer a la economía. ¿Y por qué no crece la economía? Pues porque los mercados financieros drenan todo el ahorro que debía dedicarse a apoyar a las empresas, ciertamente, pero, sobre todo, porque el consumo se ha despeñado. Sin consumo no hay venta, sin venta no hay producción, sin producción no se crean puestos de trabajo.
Sin embargo, los poderosos del mundo -por ejemplo el G-20- que hay que coordinarse para apoyar a los mercados financieros. Y la directora del FMI, Christine Lagarde -otra que se está cubriendo de gloria- asegura que estamos peor que cuando cayó Lehman. Desde luego, la crisis ha ido a peor porque los líderes mundiales no han comprendido que hay que hacer justamente lo contrario de lo que están haciendo: en lugar de reforzar la economía financista hay que huir de ella. Hay que dejar quebrar a los bancos quebrados en lugar de salvarlos (un dato, Irlanda, uno de los países rescatados, se ha gastado ya el 20% de su PIB, sí, han leído bien, en salvar a sus bancos: ¿hasta cuándo?), no hay que inyectar dinero en los mercados financieros por su voracidad es insaciable y, al final, ese dinero nunca llega a la economía real. A quien hay que ayudar es a que repunte el consumo: subir los salarios, sobre todo los bajos, reducir impuestos -todos no se puede, dado que estamos en el fondo del pozo- pero sí los impuestos laborales, los que gravan el empleo, sobre todo a la pyme y al autónomo.
¿Por qué los prohombres del mundo, que saben más de economía que yo, se obstinan en caminar en dirección opuesta a la salida? Pues porque no han comprendido que esto no es una crisis económica, sino moral. Los mercados financieros se han convertido en un pecado social, donde se prima al dinero en lugar de al hombre, sujeto, objeto, de la economía.
El axioma económico de la economía financista, es decir, de estos grandes hombres, es decir, de la economía del siglo XXI, la que subyace tras la presunta modernidad capitalista, es el siguiente: no importa que las economías familiares vayan mal si la economía global -ya ni tan siquiera las economías nacionales- marchan bien.
Para mí que el G-20 debería leer la encíclica Dios es amor, de Benedicto XVI.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com

martes, 6 de septiembre de 2011

Rocco Buttiglione: Sin límites no hay libertad

Libertad, instintos, deseos, ascesis, personalidad coherente, autoridad, permisividad.

Se multiplican meritoriamente las iniciativas de reflexión sobre el tema de la emergencia educativa y, recientemente, a estas se ha añadido una importante investigación del proyecto cultural de la Conferencia episcopal italiana que lleva el sugestivo titulo: "El desafío educativo". En mi opinión, en el centro de la reflexión sobre el tema hay que poner una cita de Benedicto XVI: "La educación bien lograda es formación en el uso correcto de la libertad".

La emergencia educativa de nuestro tiempo consiste precisamente en la dificultad que la familia y la escuela encuentran a la hora de educar en la libertad, de formar hombres libres, Para comprender el alcance del problema, es necesario ante todo quitar un prejuicio común: que para educar en la libertad es suficiente con eliminar cualquier vinculo y abandonar al joven al simple desarrollo natural de sus pasiones.

Desde Rousseau en adelante este naturalismo, es el proton pseudos (el "error original") de la pedagogía moderna,

Excavando un poco mas hondo no es difícil descubrir detrás de este error la negación, sin pruebas, de la doctrina cristiana del pecado original. Se afirma una bondad original del instinto. El instinto siempre es bueno y no necesita ser guiado por la razón. Y aunque esa guía fuera necesaria, se desarrolla naturalmente, sin tener que realizar ningún esfuerzo para vencer una resistencia.

Santo Tomás, en cambio, pensaba que existe una tendencia de la naturaleza corrompida por el pecado que se opone a los dictámenes de la recta razón: es el peso de la concupiscencia. Para corregirlo es necesario el esfuerzo consciente de la voluntad y también otro peso, distinto, que ayuda a orientar la voluntad, el pondus amoris, el peso del amor.

Por lo demás, ya san Agustín escribía: amor meus pondus deum ("mi amor es el peso que me arrastra"). El amor a Dios me arrastra hacia la verdad y el bien; el amor desordenado a mi mismo y al mundo, hacia la mentira y el mal.

La pedagogía emancipadora y permisiva de nuestro tiempo ha ignorado intencionadamente esta estructura antropológica del ser humano. Se buscaba realizar un hombre liberado.

Los resultados, en cambio, se alejan considerablemente de las promesas iniciales.

En realidad, el joven mira con preocupación, sorpresa y miedo el conjunto de interrogantes, exigencias y deseos que se desarrolla dentro de el. Instintivamente entiende que estas pulsiones son contradictorias entre si y potencialmente destructivas. ¿Cómo reconducirlas a una unidad e impedir que la persona se vea desgarrada por sus contradicciones? Mas exactamente, ¿cómo conseguir que la persona logre emerger, que logre formarse a si misma a partir de este conjunto de deseos y de exigencias?

La libertad del hombre no es la libertad del instinto. Solo a partir de una imagen del verdadero bien de la persona es posible seleccionar, ordenar y organizar las estructuras interiores de un ser humano inteligente y libre.

Antonio Rosmini nos ha dejado una critica perfecta del naturalismo que parte de la constatación de que los deseos son caprichosos, variables y en continua contradicción uno con otro.

Tenemos mas deseos que energías para realizarlos. Además, algunos deseos por su estructura íntima contradicen a otros.

Sigmund Freud (el verdadero crítico del naturalismo, aunque mal comprendido) escribió una vez que si nuestros deseos fueran caballos, muchos estarían atados a los ataúdes de nuestros mejores amigos.

Realmente es así: el deseo ignora la valoración de las consecuencias y la escansión temporal. El niño que llora contra su madre la querría ver muerta. Claro que, si la matara, después se pasaría toda la vida llorando por lo que había hecho. El deseo ignora incluso el principio de no contradicción. En el ejemplo anterior el niño querría a su madre viva y muerta a la vez.

Para entender lo que realmente queremos, tenemos que aprender a someter el deseo inmediato al juicio de la razón. Entre los numerosos deseos debemos seleccionar algunos que queremos realizar verdaderamente y concentrar en ellos la energía de la vida que se llama trabajo. ¿Cómo es posible jerarquizar los impulsos instintivos y ordenarlos dentro de una hipótesis de personalidad coherente? Esta operación de jerarquización de los instintos y de unificación de la persona solo es posible a la luz de la verdad sobre el bien de la persona.

La mentalidad común otorga un gran valor a la espontaneidad. En esto hay algo de verdad, especialmente como reacción a una pedagogía autoritaria y coercitiva de una fase histórica anterior que generó hipocresía mas que una verdadera adhesión al bien. Sin embargo, es preciso estar atentos a no hacer de la espontaneidad un ídolo.

Muchas veces la elección espontánea que obedece a un impulso irreflexivo y no educado es también una elección equivocada y destructiva para la persona.

Todo esto no es posible sin dos factores fundamentales del proceso educativo que hoy se ignoran sistemáticamente. El primero es la ascesis. Ascesis es capacidad de decir que no, de resistir a la violencia con la cual el impulso pide que se le satisfaga inmediatamente sin una reflexión que se pregunte si corresponde a la verdad y al verdadero bien de la persona.

El permisivismo contemporáneo ha difamado la ascesis identificándola con la "represión". La ascesis implica ciertamente la fuerza de reprimir el instinto, pero también implica la capacidad de dar a la energía proveniente del instinto una forma nueva, correspondiente a la verdad de la persona.

Sin ascesis no hay educación de la persona. Pero la fuerza necesaria para la ascesis debe ser movilizada por la experiencia de algo positivo, por la percepción de un valor por el cual vale la pena afrontar la fatiga y la frustración de la ascesis.

La ascesis no es solo represión porque indica a la energía pulsional una modalidad de satisfacción alternativa, justa para el hombre. Pero lo que es bien para el hombre en el proceso educativo no puede ser el simple resultado de una búsqueda intelectual individual.

El bien fascina y convence si lo encontramos en una experiencia humana viva. Es necesaria la experiencia de la autoridad. La autoridad es la presencia del valor en una persona que da testimonio de él, hace que los demás lo puedan percibir mas directa y fácilmente. La autoridad es guía en el camino hacia la experiencia del valor.

Sin ascesis y sin autoridad no hay experiencia educativa. La autoridad transmite la experiencia de los valores para que se pueda poner a prueba en la vida del discípulo. El discípulo no repetirá servilmente esta experiencia tal como se ha realizado en la vida del maestro. Mas bien la confrontara con sus propias experiencias y la filtrara a través de estas reviviéndola y haciéndola propia.

En este proceso continuo de transmisión y verificación crítica la tradición de una cultura crece y se renueva en el tiempo.

¿Que sucede en una cultura que ha difamado la ascesis y desacreditado a la autoridad?

Lo ha descrito muy bien Erich Frommen en un libro famoso hace tiempo, titulado "Fuga de la libertad". El joven que tiene miedo de sus impulsos y de la propia incapacidad de controlarlos y de disciplinarios acepta depender del poder de la opinión dominante en su ambiente.

En lugar de desarrollar un pensamiento crítico se rinde a lo que se dice, a lo que quiere quien tiene el control de los medios de comunicación de masas.

Herbert Marcuse habla de sublimación represiva. La sociedad permisiva ofrece al joven numerosas modalidades de satisfacción inmediata del instinto, pero precisamente de este modo hace más difícil la formación de una personalidad libre, capaz de establecer su propia relación con la verdad y de hacer de esa relación la guía de la propia construcción social.

La educación "tradicional" invitaba a luchar por controlar las propias pasiones, a buscar la verdad, a orientar las pasiones según la verdad y hacia la verdad.

El hombre llega a ser libre cuando reconoce la verdad. La obediencia a la verdad libera al hombre de la tiranía de las opiniones dominantes y también de la sumisión a los hombres. Temer a Dios es reinar. Quien teme a Dios no tiene miedo de los hombres.
Igualmente la obediencia a la verdad libera de la sumisión a las propias pasiones. Obediencia a la presión de las pasiones y obediencia al poder social externo pueden oponerse entre sí, como ha sucedido con frecuencia en el pasado. Hoy acontece lo contrario. El poder social se alía con las pasiones del alma para impedir que se forme una personalidad responsable y libre, para crear una masa libremente manipulable por quien tiene el poder.

Este es el problema de la educación en nuestro tiempo. Está, por una parte, la libertad del instinto y, por otra, la libertad de la persona. La libertad de la persona supone que el sujeto es capaz de dominar su propio instinto y, de ese modo, llega a ser dueño de sí mismo.

El hombre que no llega a ser dueño de sí mismo mediante la ascesis acaba por sentir la libertad del instinto como una carga insoportable, no se orienta en los conflictos que surgen inevitablemente entre las diversas metas instintivas posibles y acaba por entregar de buena gana su libertad al poder social dominante.

El hombre que pide sólo satisfacción inmediata a sus pulsiones se entrega inevitablemente a quien puede darle esa satisfacción, y resulta infinitamente manipulable.
El hombre pertenece a quien puede darle panem et circenses. La satisfacción alucinatoria del deseo mediante el espectáculo televisivo sustituye el esfuerzo por realizar realmente las propias exigencias verdaderas.

El punto de llegada de buena parte de las modernas tendencias "deconstruccionistas" es precisamente la reconstrucción del yo y la abolición de la personalidad consciente. Para reconstruir la educación es necesario volver a partir de testigos autorizados -.¿No es esto lo que deberían ser, ante todo, los padres y los educadores?- que sean capaces de indicar sin ambigüedad el recorrido de una ascesis que hace capaces de verdad, que permite ponerse en marcha en el camino de la búsqueda de la verdad.


Publicado en L'OSSERVATORE ROMANO - edición en lengua Española ,numero10, marzo7de 2010 - p.14

lunes, 5 de septiembre de 2011

La democracia solo es aceptable para un cristiano, previo sometimiento al Orden Natural


Los cristianos y especialmente los católicos, debemos esforzarnos para que nuestras sociedades “democráticas” redescubran en la Ley Natural, el fundamento previo e imprescindible sobre el que han de basarse todas nuestras leyes , nuestro Sistema político y en general, toda nuestra convivencia social. Benedicto XVI resumió el 30 de marzo del 2006 la Ley Natural, en lo que llamó los cuatro “Principios No Negociables .

Los católicos sabemos que para evitar los desmanes del poder, estos cuatro principios jamás deben ser ignorados, ni deben de estar sometidos a los volubles deseos de las manejables mayorías sociales. Por el contrario, estos cuatro principios deben estar muy presentes en cualquier sistema político y requieren ser defendidos en toda sociedad, sea o no cristiana, que busque realmente la justicia y que desee servir y dignificar la vida de cada ser humano.

Pero la democracia liberal, en su absurdo relativismo y contraviniendo el Orden Natural, asume como ley cualquier deseo mayoritario de sus votantes, supeditando directamente los conceptos del bien y del mal, a la voluble decisión de las masas sociales que, para colmo, suelen ser manejadas a su antojo por las ocultas manos de los magnates que dominan los poderosos medios de comunicación.

Consecuencia de esa falta de un “anclaje” moral que padecen las democracias occidentales, es que las democracias tienden inexorablemente a perjudicar a sus individuos socialmente más débiles , como es el caso de las minorías raciales, de los no natos, de los ancianos y/o de los enfermos.

Como ejemplos de ello podemos citar al nazismo y a sus monstruosas políticas sociales, dado que Hitler y su “Partido Nacional Socialista Obrero Alemán ”, alcanzaron democráticamente el poder en 1933, en unas elecciones en las que obtuvieron más del 44 % de los votos. (No creemos necesario recordar las consecuencias de su monstruosa política social).

Otros ejemplos más cercanos en el tiempo y el espacio, los tenemos en el dictador Hugo Chavez de Venezuela o en el propio Zapatero , que aupado por uno de los dos grandes partidos del Sistema en España y apoyado incondicionalmente por la mayoría de los grandes medios de comunicación social (es decir, por la masonería), ha sido capaz, mediante una retórica simplona y repitiendo constantemente mensajes “buenistas” y “políticamente correctos”, de obtener el apoyo mayoritario de nuestra sociedad durante casi ocho años, dando lugar a leyes tan infames y contranatura, como la Ley de Identidad de Género (que permite cambiar el DNI de nombre a mujer y viceversa, sin siquiera haber pasado por el quirófano), la Ley de igualdad de género, (que criminaliza al hombre frente a la mujer, antes de juicio alguno), o la del aborto actual (aunque esta no es mucho peor que la anterior, defendida actualmente por el PP).

Los cuatro Principios definidos por S.S. Benedicto XVI como “No Negociables” son, por tanto, también imprescindibles en democracia, para evitar con ellos que la estupidez o el egoísmo de las mayorías y/o de los económicamente más fuertes, puedan llegar a convertir sus deseos en criterio, hasta el punto de llegar a trastocar socialmente, los mismos conceptos del bien y del mal.

En consecuencia, podemos asegurar que si no existe un mínimo marco de principios incuestionables que nos protejan a todos y asumidos como previos a cualquier voluntad democrática de las mayorías, toda monstruosidad social es posible en una democracia liberal.

Ese marco mínimo que no debe de traspasar el «relativismo ético» de ninguna democracia, es el de la Ley Natural : esa «norma escrita por el Creador en el corazón del hombre», que le permite distinguir entre el bien y el mal.

Hoy más que nunca y para luchar por el Reinado social de Cristo, es necesario que los católicos superemos nuestros individualismos , que venzamos el trasnochado enfrentamiento entre “izquierdas y derechas”, así como la falaz teoría del “mal menor” o el miedo a que nos denominen “ultras”. En una sociedad en la que somos minoría, debemos de encontrar la fórmula que nos permita aunar el voto de todos aquellos que defendemos íntegramente la Ley Natural, para que podamos ser, también en lo político, “la sal de la tierra”.


Efrén Pablos García
Presidente de la Asociación Cruz de San Andrés