QUIEN ENSAYA LO ABSURDO CONSIGUE LO IMPOSIBLE (Unamuno)

sábado, 24 de diciembre de 2011

Mañana quedará borrada la iniquidad de la tierra y sobre nosotros reinará el Salvador del mundo

En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.
Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre".
Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!". 

San Lucas 2,1-14

 

martes, 13 de diciembre de 2011

Nuevo Orden Mundial

El profeta Daniel, en su visión sobre la consumación de los tiempos, contempla a una bestia con diez cuernos, que representan a una multitud de reyes; y a continuación narra cómo, de entre esos diez cuernos, nace otro «cuerno pequeño» que, hablando con gran arrogancia, vence o somete a los demás reyes y acaudilla con poder omnímodo una gran confederación de naciones que «quebrantará a los santos y pretenderá mudar los tiempos y la ley». Recordando quizá aquella profecía de Daniel, afirmaba Donoso Cortés: «En el mundo antiguo la tiranía fue feroz y asoladora; y sin embargo, esa tiranía estaba limitada físicamente, porque los Estados eran pequeños y las relaciones universales imposibles de todo punto. Hoy, señores, las vías están preparadas para un tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso… Ya no hay resistencias ni físicas, ni morales (…), porque todos los ánimos están divididos, y todos los patriotismos están muertos». Hacia la entronización de ese «tirano gigantesco» vamos caminando inexorablemente; poco a poco descubrimos que su índole no es política, sino económica, tal como Pío XI vislumbrara proféticamente en su encíclica Quadragesimo Anno: «Un dominio ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan de las finanzas y señorean sobre el crédito; y por esta razón diríase que administran la sangre de la que vive toda la economía y tienen en sus manos así como el alma de la misma, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad». Tal dominación, «horrendamente dura, cruel, atroz», tras lograr la hegemonía económica —prosigue Pío XI—, «entablará rudo combate para adueñarse del poder público, para poder abusar de su influencia y autoridad en los conflictos económicos», trayendo consigo «la caída del prestigio del Estado, que debería ocupar el elevado puesto de rector y supremo árbitro de las cosas y se hace, por el contrario, esclavo, entregado y vendido a la pasión y a las ambiciones humanas».

Lo que avizoraron Daniel, Donoso Cortés y Pío XI, entre otros hombres clarividentes, ya está formándose ante nuestras narices: un Nuevo Orden Mundial tiránico que se impone sin resistencias físicas ni morales; y que —¡oh, misterio de iniquidad!— aparece a los ojos atónitos de las masas cretinizadas como la única salvación posible ante las catástrofes que él mismo ha originado, en su apetito insaciable de poder. Su estrategia salta a la vista: extensión del pánico, mediante mecanismos especulativos, entre los Estados debilitados, que acaban entregando su soberanía para convertirse en lacayos obedientes del Nuevo Orden Mundial y acceden a someter a sus súbditos a las privaciones más ímprobas, bajo la amenaza de una estampida de los inversores que sostienen la deuda hipertrofiada de tales Estados. Y así, uno tras otro, sucumben los reyes de la tierra ante la pujanza de este nuevo tirano de poder omnímodo, mientras las masas cretinizadas aceptan, acojonaditas, todo tipo de «cambios estructurales»; o, dicho en román paladino: aumento de los impuestos y reducción de los salarios. Pero esto sólo es el principio: las arrogancias de este nuevo tirano no han hecho sino empezar; acabarán siendo sangrientas.

Sólo nos resta el consuelo de saber que su dominio será breve, como ocurre siempre con los tiranos envanecidos de su poder. Pero, entre tanto, devorará y triturará cuanto halle a su paso, con el beneplácito lacayuno de los reyes de la tierra —patéticos Merkel y Sarkozy—, con todo su enjambre de reyezuelos adláteres, ahora congregados en Bruselas.
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La adopción del nombre de “humanidad”, la invocación de la humanidad, el secuestro de esta palabra, todo ello —puesto que no se puede adoptar un nombre tan noble sin determinadas consecuencias— solamente puede manifestar la horrible pretensión de negarle al enemigo su cualidad humana declarándolo hors-la-loi y hors l’humanité con lo que se pretende llevar la guerra hasta los últimos extremos de la inhumanidad.
Autor: Juan Manuel de Prada 

domingo, 4 de diciembre de 2011

Dos historias variopintas con un mismo comienzo

¡Eureka!
Por fin quietas. Sus manos ya no temblaban.  ¿Sería posible que aquel  asqueroso brebaje que dictaba un viejo libro olvidado hubiera surtido efecto tan pronto? Las arrugas de sus manos  se empezaron a borrar mágicamente. Su corcovada columna se erguía de forma lenta pero firme. Se miró en  el espejo. Las facciones de su viejo y enjuto rostro, antes grotescamente descolgadas, volvían a dibujar un rostro joven y bello. Gritó de gozo. Descubrió una nueva voz  clara y aterciopelada. Sonrió triunfante. Había encontrado por casualidad lo que generaciones enteras buscaron durante siglos. Había desafiado a la muerte.

Jugadas de la vida
Por fin quietas. Las piernas de la anciana dejaron de convulsionar tras el golpe con el suelo del baño. Había sido un día complicado. Manuel ya ni siquiera la reconocía. El alzhéimer te borra la memoria. La memoria y la dignidad. Pero a ella hacía tiempo que ya no le afectaba. Sólo esperaba que, cuando llegara el fin, su marido  notara la presencia de alguien querido a su lado y no tuviera miedo. Pero ¡vaya ironía! Ella había muerto primero.  Los encontraron días después. Manuel se mecía con la mirada perdida. La había tapado con una mantita blanca. Era muy friolera.
(Basada en una historia real).
Autora: La Bego.