¡Eureka!
Por fin quietas. Sus manos ya no temblaban. ¿Sería posible que aquel asqueroso brebaje que dictaba un viejo libro olvidado hubiera surtido efecto tan pronto? Las arrugas de sus manos se empezaron a borrar mágicamente. Su corcovada columna se erguía de forma lenta pero firme. Se miró en el espejo. Las facciones de su viejo y enjuto rostro, antes grotescamente descolgadas, volvían a dibujar un rostro joven y bello. Gritó de gozo. Descubrió una nueva voz clara y aterciopelada. Sonrió triunfante. Había encontrado por casualidad lo que generaciones enteras buscaron durante siglos. Había desafiado a la muerte.
Jugadas de la vida
Por fin quietas. Las piernas de la anciana dejaron de convulsionar tras el golpe con el suelo del baño. Había sido un día complicado. Manuel ya ni siquiera la reconocía. El alzhéimer te borra la memoria. La memoria y la dignidad. Pero a ella hacía tiempo que ya no le afectaba. Sólo esperaba que, cuando llegara el fin, su marido notara la presencia de alguien querido a su lado y no tuviera miedo. Pero ¡vaya ironía! Ella había muerto primero. Los encontraron días después. Manuel se mecía con la mirada perdida. La había tapado con una mantita blanca. Era muy friolera.
(Basada en una historia real).
Autora: La Bego.
1 comentario:
no haviem quedat que escriuries a Hoangho? ja,ja ... estan molt bé. La ironía me persigue... estic llegint "París no se acaba nunca" d´Enrique Vila-Matas i de moment la ironia és el tema principal.
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