Ceferino Maestú |
Ya
no podemos perder más tiempo. Los acuerdos coyunturales, las
publicaciones de libros y revistas, las comidas y reuniones amistosas no
han dado los resultados deseados, no han logrado objetivos políticos
concretos.
Pero los
partidos que se turnan en la administración estatal, o se mueven de una u
otra forma en su entorno, tampoco pueden alardear de haber afrontado
con éxito los grandes problemas que acosan al pueblo español.
Su fracaso
es prueba de incapacidad. Sus programas no son de reformas radicales,
sino parches que no garantizan la solución. Al amparo de esta situación,
están apareciendo partidillos, similares a los que gobiernan, con mucha
protesta escrita pero sin nada que ofrecer.
José Antonio Primo de Rivera, ante una crisis de similares características a
la de hoy, planteó una revolución, un cambio radical.
Esta
crisis socio-económica, como todas las del siglo XX y XXI, se ha
originado por el fracaso del sistema financiero capitalista. Será
necesaria una reforma sustancial, pero lo que los partidos pretenden son
parches que no evitarán la repetición de la catástrofe dentro de unos
años, y quizás con mayor gravedad.
¿Qué es lo
que hay que hacer? Si los bancos son necesarios en una economía de
mercado, de interés general, no pueden seguir siendo negocios de grupos
particulares, sino instrumentos de la estructura del Estado. José Antonio dijo que a los 15 días de llegar al poder nacionalizaría o socializaría el sistema bancario.
Por otra
parte, planteó que era necesaria una reforma legal de la empresa de
producción o de servicios y de las relaciones laborales en ellas. En
efecto, si alguien quiere promover
una empresa, necesitaría de un local y de unas máquinas o instalaciones
adecuadas. Pero, si necesita de personas que trabajen, deberá asociarse
con ellas y no utilizarlas, salarialmente, como instrumentos animados.
José
Antonio lo tenía claro y sus ideas y proyectos siguen siendo válidos. El
único que acertó fue un cura de un pueblo, Don José María de Arizmendi Arrieta, que ha promovido una corporación cooperativa de miles de
trabajadores, demostrando que lo que han hecho sería de posible
generalización alternativa del sistema capitalista.
Y, como en
tiempos de José Antonio, también ahora, los nacionalistas regionales
quieren independizarse rompiendo con España. ¿Por qué?
Básicamente, porque creen poder resolver los problemas socio-económicos
suyos, como los de todos los españoles, rompiendo la unidad que ha
hecho posible su prosperidad. Sin el mercado español no habrían podido
hacer cuanto han hecho.
Los
dirigentes capitalistas han reconocido que la independencia de su
regiones sería una ruina si no cuentan con el mercado peninsular ni con
el de la unión Europea. Y no sería nada fácil su integración.
Así mismo,
en el País Vasco, ocurre algo similar. Los españoles tenemos que
afrontar el problema sin las demagogias que ellos cultivan, del
terrorismo al chantaje y la amenaza. España es de todos los españoles y
quien quiera romperla tendrá que enfrentarse a toda la contundencia de
la legalidad constitucional.
El mensaje
de José Antonio es la base de partida de la Revolución que España
necesita , pero los que nos consideramos leales a él tenemos
que poner los pies en la tierra y dejarnos de nostalgias y fantasías.
La Revolución socio-económica no podemos hacerla divididos y hasta
enfrentados en grupos dispersos. Sería necesaria, urgentemente, una
coordinación general de esfuerzos hacia objetivos definidos.
Pero, para
ello, no podemos perder el tiempo tratando de rehabilitar no las ideas y
proyectos, sino el nombre, la camisa y la canción.
Los comunistas nos están dando una lección. No pierden el tiempo tratando de rehabilitar el partido, sino
que han cambiado su nombre sin dejar de ser lo que son. Nosotros
tenemos que ir no a la rehabilitación sino a la refundación sin
abandonar lo que es fundamental.
Ellos lo
han hecho y no les va mal. Nosotros tenemos que convocar una gran
asamblea nacional en la que podamos acordar lo necesario para que lo que
fundó José Antonio no muera lentamente, como pieza de museo, y sirva para que España siga contando en la vanguardia de la Humanidad.
¿Quién
puede convocar? Yo creo que es cosa de todos y de nadie en particular
pero podríamos exigirle a la Vieja Guardia que nos convoque desde su
neutralidad.
Yo tengo
92 años y no pretendo más que servir. Acudiré si se convoca la Asamblea
en la que todos tengamos oportunidad de aportar.
A José Antonio lo mataron para que no pudiera hablar, pero sigue hablando si nosotros lo hacemos, ahora, por él.
Amigo y
camarada que lees estas líneas, espero que pienses y ayudes a pensar.
Haz copias de este escrito y ayuda a difundirlo. Habla con otros
camaradas y prepararos para acudir a la Asamblea de la refundación.
Con un fuerte abrazo y un ¡Arriba España!
Ceferino Maestú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario